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Argentina, viaje y experiencias únicas...

Lunes 1ro de febrero de 2010, por Élodie Blanchet

Nacida en Rennes, en la Bretaña francesa, Elodie estuvo seis meses en España en el marco del programa europeo Erasmus antes de aterrizar un día de abril del 2009 en Coronel Suárez, Argentina.

Durante mucho tiempo mis pasiones se relacionaban con España. Más tarde descubrí que lo que me gustaba en la vida era esa sensación de enriquecimiento poniéndome en contacto con poblaciones que no conozco, visitando países que me apasionan, compartiendo un verdadero encuentro lleno de sinceridad y de intercambio. ¿El origen de esa pasión? Quizás una profesora apasionada y apasionante cuando empecé a aprender el castellano o un bisabuelo con orígenes mexicanos... Vengo de una familia que tiene todas sus raíces en Bretaña y pienso que esa pequeña diferencia desarrolló en mí una curiosidad acerca de esa otra cultura.

Estudiante en un master de relaciones interculturales y cooperación internacional en relación con el mundo lusohispánico, me intereso por todo lo que me rodea: mi entorno personal, la naturaleza, la cultura, el arte... Mi interés por esa cultura española se extendió un poco más tarde al continente latinoamericano y se transformó en un deseo tremendo de escaparme por algunos meses a ver y a compartir una realidad que tenía ganas de descubrir. La diversidad y la inmensidad del continente me atraen y me dan ganas de viajar, de ir al encuentro de personas, de compartir experiencias, comidas, sonrisas...

"En las nubes" hacia Buenos Aires

Ezeiza, Jueves 2 de abril de 2009. Salgo del avión, un calor tremendo después del frío que me congelaba los pies hacía pocas horas antes, un idioma que cantaba en mi cabeza, un encuentro con mi nueva familia argentina, un sentimiento increíble de sentirse simplemente bien...

Recuerdo esa primera impresión cada vez que pienso en mi viaje.
Metro, tren, bus, avión, más de 24 horas de viaje en total...y ese cansancio que no podía soportar más en el avión lo olvidé de inmediato cuando me dí cuenta de que ya estaba en esa tierra tan deseada y tan soñada. Mis primeros días los pasé en Buenos Aires con la familia que me había acogido. La verdad es que no estaba tan desorientada, la ciudad es inmensa y multicultural. Pasé por barrios muy diferentes, en un momento creía que estaba en París, en otro en Madrid, en otro en Londres... Y como conozco las tres ciudades, dos por haberlas visitado varias veces y una por haber vivido durante mi Erasmus, me sentía como en Europa (lo digo porque durante esa primera visita viví mi experiencia como una turista)...

No fue igual al final de mi estancia cuando volví a Buenos Aires después de haber compartido algunos meses con los maravillosos Argentinos que había conocido. Mi visión había cambiado radicalmente. Ya no me sentía como una turista que venía a Argentina para ver las maravillas que tiene, los lugares más lindos... Yo sentía que, de una cierta manera, hacía parte del país, que vivía y miraba las cosas con otros ojos.

MI lugarcito en Argentina

¿Dónde piensan que fui? ¿A Mendoza, a Mar del Plata, a Salta o a otra ciudad grande?

No, me fui a una pequeña ciudad, la Pampa, de la que mis amigos o mis profesores nunca habían oído hablar... Coronel Suárez, 38.000 habitantes. Sin cine, sin universidad, sin autobuses, innecesarios dado el tamaño "chiquito" de la ciudad... No temía aburrirme como lo pensaban mis amigos. Lo veía como una buena oportunidad para vivir "a la argentina". ¡Y lo fue! ­¡Vamos por tres meses de pasantía en la Alianza Francesa!

Cerro Lehmann
Una vista impresionante de la Pampa

Una vida sin turistas, sin europeos, solamente argentinos. Pero no me sentía como la "extranjera" de la ciudad. Es cierto que durante los primeros días la gente me miraba con insistencia pero en un lugar donde todos se conocen, la llegada de una nueva chica se notaba fuertemente. Como soy más bien discreta y no me gusta ser el centro de atención de un grupo o de un lugar, confieso que al principio no me resultó fácil el centro de la "curiosidad" de la población local. ¿Cómo reaccionar cuando el panadero Eduardo al que nunca lo había visto, te dice "ay vos sos la chica francesa, no"? ¿Qué decir cuando el alcalde Ricardo Mócerro te viene a dar un abrazo diciéndote que está contento de que estés compartiendo la vida de su ciudad o cuándo intercambias algunas palabras con la Presidenta del país? Eso son cosas que me pasaron y que, por decir lo menos, me sorprendieron y me dejaron sin voz.

Una vez superado ese estado de "incomodidad", creo que supe dejar de lado mi timidez y mi especie de distancia europea con la gente. En efecto, una de las primeras cosas que me llamó la atención es la proximidad inmediata que las personas desarrollaron conmigo. Cuando llegué a Suárez, todo el mundo, incluso mi directora de pasantía, me abrazó, me besó y me trató como si hubiera sido una persona de su familia a la que conocían desde años y años. Me hacían sentir que yo estaba como en casa. Durante los primeros días era un poco desestabilizante sin embargo rápidamente me sentí simplemente "bien". Creo que nunca había tenido ese sentimiento de bienestar tan lejos de mi casa y de mi familia. Durante esos meses "me descubrí", si lo puedo decir así, ­¡Qué alegría compartir tantas cosas entre dos culturas tan diferentes pero tan similares a la vez!

Una gran familia
Coronel Suárez, los últimos días.

9 de Mayo de 2009. Llega el momento crucial para mí. Había trabajado desde hacía más de un mes en la Maratón de la Creación ... buscando ideas de actividades para organizar y animar el día (yeso, pintura, música, dibujo, poesía...), comunicación en la prensa, creación de afiches y publicación... Representaba un verdadero desafío para mí. Mi directora (o mejor dicho mi amiga ahora) me había confiado un trabajo enorme y puse toda mi energía y mi alma para llegar a una cosa buena que quedaría en la mente de todos.

Por eso el recuerdo que siempre me viene cuando pienso en Suárez es el maravilloso momento de intercambio que vivimos durante ese evento cultural organizado en la Alianza. Músicos locales se pusieron a tocar y a cantar canciones tradicionales argentinas . Escuchar esas voces tan lindas, esos instrumentos suaves mientras niños, adultos y ancianos pintban, dibujaban, esculpían, escribían y creaban, fue un verdadero encanto.

Ver las sonrisas, escuchar las voces de mis alumnos, sentir el cariño de todos, oler el perfume de la cocina argentina, saborear el dulce gusto de las tortas de mi despedida, tocar la pintura, el yeso para crear... son sensaciones que nunca olvidaré y que me quedaron en la mente y en el corazón. Seguro que soy una persona muy sensible y emotiva pero a veces vale la pena porque permite vivir cosas intensas que marcan tu vida para siempre...

América Latina, nos vemos pronto...

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